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La batalla de las mujeres: Jacqueline vs Jacqueline

 

Tenía ocho o diez años cuando, un verano, mis padres trajeron una caja de galletas a casa para que mis hermanos y yo tuviéramos algo para merendar y, dentro de la caja y para sorpresa nuestra, había una pequeña maqueta de metal de un aeroplano bimotor que pasó a ser mío. Además de convertirse en uno de mis juguetes favoritos, creó un antes y un después en mi filosofía de vida al iniciar un interés cada vez más creciente en torno a la aviación en general.

Jacqueline Cochran y Jacqueline Auriol vivieron una historia de rivalidad y una alentadora competencia por ser la piloto más rápida y con los mejores registros.

Al ir conociendo datos en torno a la aviación, una de las cosas que siempre he buscado y admirado son aquellos hechos destacados que supusieron un punto de inflexión y que constituyeron hitos importantes. Si alguno de estos hechos importantes llama la atención es lo que se llamó “La batalla de las mujeres”, donde tuvo un papel destacado la celebérrima Amelia Earhart. Uno de sus principios era… ¿a quién no le llama la atención la velocidad?

Pues sobre velocidad también podría habernos dado lecciones Jacqueline Cochran.

Esta mujer fue considerada uno de los principales pilotos de carrera de su generación, además de la primera mujer que rompió la barrera del sonido y la primera que voló un jet a través del océano, entre muchos otros récords. Trabajó como peluquera antes de darse cuenta de que su futuro estaría algo más alto, cuando un amigo le dio un paseo en avión y su atracción le empujó a tomar clases de vuelo hasta conseguir su licencia como Piloto Comercial. A raíz de este momento, la pasión por el vuelo le empujó a presentarse en varias carreras, de las que obtuvo más de un premio y alcanzaría varios records de velocidad. En 1953, volando en un Canadair F-86 Sabre, se convertiría en la primera mujer capaz de alcanzar la velocidad del sonido.

En el otro extremo del Atlántico, en Francia, y empujada por la misma pasión, Jacqueline Auriol se convertiría en Piloto de Pruebas, consiguiendo auténticas proezas aéreas dentro sus aeronaves. En 1959, a bordo de un Mirage III, alcanzaría la velocidad de MACH 2; en 1962, batiría el record de velocidad al volar a 1.850 km/h. El record obtenido por su rival, Jacqueline Cochran había sido superado.

Llegó a convertirse en una auténtica rivalidad, aunque sana, dando lugar a unos momentos donde el afán de superación de la una hacia la otra llegó a momentos de la aviación importantes, tanto en velocidad como en el control y pilotaje de aeronaves.

En relación a la forma de pilotar, una de las proezas destacadas de estas mujeres fue la circunstancia de peligro que sufrió Auriol, pues en la pérdida de control de los mandos a bordo del Mystere IV, el cual caía en barrena y soportando presiones imposibles para cualquier persona, a punto de perder el conocimiento tal y como ella reconocería, consiguió controlar la aeronave y aterrizar sin daño alguno.

Entre ellas se llegaron a alcanzar velocidades de asombro para la época, alcanzando los 2.030 Km/h en 1964 por Auriol, o los 2.097 Km/h ese mismo año por Cochran. A fecha de la muerte de Jacqueline Cochran en el año 1980, nadie había conseguido superar dicha velocidad. Jacqueline Auriol escribió en 1970: “Adoro volar”.

 

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