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El Hindenburg

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Diego Villalobos

AERTEC / Quality Dept.

 

6 de Mayo de 1937, el dirigible alemán LZ 129 Hindenburg se aproxima a la estación de Aire Naval Lakehurst, Nueva Jersey (Estados Unidos) procedente de Frankfurt (Alemania), tras tres días de viaje sobrevolando el atlántico.

A principios del siglo XX los dirigibles dominaron el transporte aéreo de pasajeros. Ahora regresan con un nuevo impulso de la tecnología actual.

En tierra mucha expectación esperando su aterrizaje, ya que se trataba del primer vuelo trasatlántico de pasajeros que aterrizaba en Estados Unidos ese año. Comenzó a descender ante la mirada de un gran número de personas, entre ellas periodistas, fotógrafos, cámaras, y locutores de radio, cuando de repente comienza a arder, quedando totalmente engullido por las llamas en menos de 40 segundos, según los relatos de las personas que allí se encontraban. Estudios posteriores consideran que el tiempo que tardó en incendiarse pudo ser incluso menor, siendo el principal motivo que estaba relleno de hidrógeno, un gas altamente inflamable y explosivo.

El Hindenburg, símbolo y orgullo del régimen nazi alemán, era la aeronave más grande construida hasta ese momento (245 metros de largo y 41 de diámetro) y contaba con un pasaje de 97 personas en ese vuelo, incluyendo la tripulación.

Murieron 35 de las 97 personas. Se salvaron más personas de lo que cabría esperar, teniendo en cuenta la voracidad de las llamas. El motivo es que la mayor parte de los pasajeros pudo saltar momentos antes de que el dirigible tocara el suelo y escapar antes de que la estructura cayese sobre ellos.

¿Por qué se originó el fuego? Son muchas las teorías al respecto, pero una de las que cobra más fuerza es que el incendio se originó a causa de la electricidad estática. Momentos antes del accidente se había producido una tormenta eléctrica, por lo que el capitán Max Pruss decidió desviar el dirigible antes del aterrizaje para esperar a que la tormenta terminara, pasando por encima de la Isla de Manhattan, ante la mirada atónita de los ciudadanos. Cuando se decidió aterrizar, el tiempo había mejorado, pero el aire estaba cargado eléctricamente. Los testigos del desastre dijeron haber observado un destello en la popa del dirigible, justo antes de que se originara el fuego, sin embargo este momento no quedó recogido en los vídeos y fotografías existentes. Este destello pudo ser lo que se conoce como fuego de San Telmo, un fenómeno atmosférico ígneo que se origina a causa de la ionización del aire, por ejemplo en ambiente de tormenta eléctrica como la que se desarrolló ese día.

Se trató de un accidente con todos los ingredientes necesarios para que tuviese una gran trascendencia: por su espectacularidad, simbolismo y alta difusión mediática. Por tanto, no es de extrañar que el gobierno alemán ordenara detener la producción de dirigibles comerciales, siguiendo su ejemplo todo aquel que se encontraba desarrollando estas naves. Esto supuso el fin de este medio de trasporte de pasajeros, que en aquel momento se encontraba en pleno auge.

Hoy, 81 años después, se quiere recuperar esta forma de viajar, enfocándola al sector del turista de lujo. Ya existen compañías que han desarrollado modelos que se encuentran en pruebas y pretenden echar a volar próximamente con pasajeros a bordo ¿Lograremos borrar la huella del desastre del Hindenburg?

 

 

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