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Enjambre de drones

José María Aparicio

José María Aparicio

AERTEC / Aerospace & Defence Systems

 

Los drones o RPAS, son sistemas aéreos controlados por control remoto. Sus versiones más simples y recreativas requieren de un piloto que lo maneje mediante un mando de radiocontrol mientras lo observa desde tierra. Como el contacto a simple vista limitaría el alcance a apenas unos centenares de metros, los aficionados más ambiciosos incorporan una cámara de vídeo en la parte frontal del dron que les transmite la visión del vuelo como si fuera en primera persona (FPV). De esta forma son capaces de controlarlo en un radio de hasta decenas de kilómetros en función del enlace radio de comunicaciones.

El potencial de los RPAS es enorme para hacerlos trabajar en enjambres con tareas y capacidades diferenciadas.

Aunque el alcance haya aumentado sigue habiendo una limitación así que cabe plantearse: ¿es necesario que una persona controle al dron? La respuesta es no. Varias empresas han desarrollado sistemas de autopiloto que controlan los mandos de vuelo para dirigirlo en rutas determinadas. El dron devuelve información de telemetría para que el personal de tierra pueda saber su ubicación pero no necesita ningún mensaje de control adicional para completar su misión de manera autónoma.

Lo siguiente que vendrá será la aplicación de inteligencia artificial de forma que el software de control no incluya sólo la ruta sino un plan de comportamiento. Por ejemplo, en tareas de vigilancia podría ser capaz de identificar situaciones como barcos con comportamientos ilícitos, como realizando vertidos, bunkering, navegando en zonas restringidas, etc., que hagan que tome decisiones como modificar su trayectoria, comunicarse con el personal de tierra o simplemente capturar algunas imágenes. Si buscáramos un antecedente en la ciencia ficción tendríamos a los centinelas que perseguían a la nave Sión a lo largo de la red de túneles de Matrix.

Los RPAS, gracias a su menor tamaño respecto a los aviones tripulados, pueden operar en agrupaciones de varias decenas conocidas como enjambres (“drone swarm” en inglés). Para ello es necesario que cada unidad posea unos sensores y una inteligencia adecuada que lo convierta en un robot colaborativo. Esta tecnología está en desarrollo actualmente pero ya existen modelos, que lanzados en intervalos de pocos segundos, acaban formando un conjunto que vuela en armonía para realizar algunas tareas como toma de fotografías, reparto de semillas o fertilizantes en campos, etc. A veces, un piloto dirige algunas unidades para que otras las sigan, otras veces, sin embargo, no es necesario ninguna instrucción para que completen la tarea encargada.

De momento los enjambres de drones que existen suelen ser de unidades homogéneas pero podrían programarse comportamientos complejos que permitan crear flotas de unidades heterogéneas y especializadas que se ayudaran entre sí. Podríamos incorporar drones repetidores de señales de radioenlace que se movieran ayudando a mantener las comunicaciones del resto de la flota, tener varias unidades con brazos articulados que construyeran estructuras o transportaran cargas entre ellas, unidades con sensores térmicos para incendios mientras otras recargan agua o realizan tareas de desbroce. Toda esta información la manejarían con mayor rapidez y eficacia los propios RPAS que los controladores humanos.

La tecnología nos ha proporcionado muchos modelos de drones autónomos muy útiles por separado pero, como hemos visto, su potencial es enorme conforme vayamos siendo capaces de programar la suficiente inteligencia artificial como para hacerlos trabajar en enjambres con tareas y capacidades diferenciadas. Al fin y al cabo es lo que las abejas llevan haciendo millones de años.

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